Tener una empresa y ser autónomos no son opuestos. Al contrario, pueden complementarse de cierta manera. Tienen varias características en común e incluso se puede ser autónomo y tener una empresa a la vez.
En este artículo, sin embargo, nos centraremos en las diferencias. Enfocando al autónomo como un trabajador por cuenta propia y al empresario como a aquel que ha decidido emprender una sociedad mercantil.
¿Es mejor ser autónomo o tener una empresa?
Es difícil contestar a esa pregunta de manera universal. Es necesario analizar la situación subjetiva de cada individuo, su plan de negocios, su estrategia, etc.
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En todo caso, si estás dudando entre crear tu propia empresa o simplemente darte de alta en autónomos, en este artículo encontrarás pros y contras de ambas. De esta forma, tendrás la información suficiente para poder sacar tus propias conclusiones y decidir por tu cuenta.
1. Constitución
Empecemos desde el principio. Ya sea si quieres ir por tu cuenta o crear una sociedad, es necesario darse de alta y constituirse como tal oficialmente.
Darse de alta como autónomo es extremadamente fácil. Si dispones del certificado digital ― altamente recomendable si eres trabajador por cuenta propia ― solo debes presentar dos módulos y ya estará listo. En menos de una hora puedes estar dado de alta oficialmente como autónomo.
En las empresas es un poco más complejo. Es necesario registrar la denominación que vayamos a utilizar en el registro mercantil, certificar la aportación inicial mínima de 3.000€ ― ya sea monetaria o en bienes―, redactar los estatutos y registrar las escrituras ante un notario. Todas estos trámites, obviamente, conllevan costes.
A menudo se suelen delegar en abogados especialistas. Esto es aconsejable sobre todo para quienes no tengan grandes conocimientos para, así, evitar errores. El problema es que esto aumenta más aún los ya elevados costes.
Al ser tantos documentos y trámites los que hay que llevar a cabo, el proceso de constitución suele durar varias semanas.
Además, como si fuera poco, quienes creen una sociedad, deberán de igual manera darse de alta en el régimen especial de autónomos. Solo que en este caso sería como societarios.
2. Tributación
Saber y conocer los impuestos y fiscalidades que tendremos que pagar en base a cada situación es muy importante a la hora de elegir ser autónomos o empresarios.
En ambos casos, es necesario declarar el IVA ― impuestos sobre el valor añadido. Si el IVA soportado es mayor que el IVA repercutido, Hacienda le devolverá la diferencia al autónomo o sociedad. En el caso contrario, será la empresa o el autónomo quien deba abonar la diferencia a Hacienda.
En el caso de los autónomos, deberán tributar IRPF ― impuesto sobre la renta de las personas físicas.
El IRPF es un impuesto progresivo que grava sobre las ganancias de las personas físicas. En breve, cuanto más se haya facturado, mayor será el porcentaje de IRPF que deberá tributar el autónomo.
Las empresas, en cambio, deben tributar el IS ― impuesto sobre sociedades. A diferencia del IRPF, el IS es un impuesto fijo. No varía en base a la facturación, sino que se aplica sobre el 25% de las ganancias de la empresa. Si bien, obviamente, la suma varía en base a las ganancias, el porcentaje permanece el mismo.
3. Responsabilidad
Quizás una de las diferencias más importantes entre las sociedades y los autónomos es la responsabilidad o la manera que tienen de hacer frente en caso de pérdidas o deudas.
Si bien a nadie le gusta pensar en pérdidas antes de empezar con su negocio, es importante tener conocimiento de que nos puede suceder en caso de presentar pérdidas.
En el caso de las sociedades, la responsabilidad es limitada. Frente a cualquier pérdida que no se pueda afrontar, solamente se responderá con los bienes de la empresa. El capital social que hemos aportado es lo único que está en riesgo.
En el caso de los autónomos la cosa es un poco más seria. No se distingue entre los bienes de la empresa y los propios. De modo que frente a las pérdidas derivadas de su actividad, un autónomo deberá responder con todo su patrimonio, personal o social, presente o futuro.
En este caso, las ventajas son definitivamente para las empresas.
4. Contabilidad
Aquí tenemos otra gran diferencia entre autónomos y empresas. No nos referimos a los números de facturación que se barajan en cada caso ― que probablemente también sean distintos ― sino a la manera de llevar la contabilidad.
En el caso de los autónomos, si bien tienen varios plazos y reglas, es más sencillo. Aquellos que facturan menos de 600.000 euros al año, tributan en la modalidad de estimación directa simplificada.
Atienden a una contabilidad básica y deben presentar las facturas emitidas y aquellas recibidas. No se exige que su contabilidad sea estricta.
Para las empresas la situación es bastante distinta. Estas entran dentro del PGC ― Plan General Contable ― que las obliga a llevar una contabilidad más completa.
Tienen que disponer de libros oficiales de cuentas, socios y actas. Además tienen que presentar las cuentas anuales y los libros de contabilidad ante el Registro Mercantil. No solo eso, también tienen declaraciones trimestrales e incluso algunas de carácter mensual.
En el caso de las empresas es casi imperativo y para los autónomos, aunque su contabilidad sea más simple, también es recomendable utilizar softwares que nos ayuden en la gestión integral de nuestra actividad, para así simplificar las labores contables.
Cada situación es distinta y puede tener un software que se adapte mejor. Si no queremos complicarnos, elegir uno de los 6 mejores programas ERP que encontramos en esta lista es ir por lo seguro y acertar.
Un software de gestión integral nos permite tener toda nuestra contabilidad en un solo sitio y de manera ordenada. Simplemente debemos descargar los informes ya listos y presentarlos en la Agencia Tributaria.
5. Imágen
Dejamos de lado momentáneamente las diferencias más legales y oficiales, para pasar a otros aspectos más subjetivos.
Nos guste o no, es innegable que la percepción de los clientes es distinta en el caso de un trabajador autónomo que de una empresa.
Un trabajador autónomo puede dar más sensación de cercanía, disponibilidad y atención más personalizada. Los clientes que requieran de un trabajo más “humano” o artesanal, podrán decantarse mayormente por un autónomo.
Sin embargo, las empresas dan una sensación de mayor solvencia. Detrás de una empresa, una persona se imagina una gran infraestructura y mayor experiencia.
No necesariamente coincide con la realidad, pero es un aspecto que hay que tener en cuenta ya que nos toparemos con esta imágen que proyectamos en algún momento de nuestra actividad.
6. Exigencias de los clientes
Este punto está estrechamente conectado con lo comentado anteriormente. Si los clientes nos perciben de maneras distintas, también su exigencia será distinta.
Frente a una empresa, la exigencia será mayor. Se esperarán mejores plazos, precios y una calidad del servicio o producto impecable.
Esto no quiere decir que se espere un peor servicio de un autónomo, pero sí que se admite que los plazos y precios puedan ser un poco más laxos.
Además, se espera que una empresa tenga presencia online y sea fácil de encontrar. Un autónomo también puede tenerlo, pero suelen ser perfiles personales en redes sociales o en páginas web especializadas en freelance y autónomos.
En ambos casos, nuestra recomendación personal es, sobre todo en estos tiempos, tener una presencia online de peso con contenido relevante. Utilizar herramientas de diseño online para publicaciones o consultar consejos para crear infografías de manera sencilla son pequeños gestos que pueden suponer un gran cambio en cuanto a visibilidad.
7. Incorporación de socios
Una gran ventaja que presenta el tener una sociedad establecida es que nos permite poder incorporar otras personas como socios a nuestra actividad.
En el caso de los autónomos, como su nombre indica, son actividades unipersonales. Podemos tener otras personas contratadas, pero la titularidad es siempre única.
Si un autónomo quiere incorporar a otra persona como socio deberá crear una sociedad. Si llegamos a este punto en el texto, ya sabemos todo lo que eso implica.
En el caso de las empresas no es un trámite sencillo, pero no implica modificar totalmente nuestra estructura. Si bien hay que modificar el estatuto y el accionariado, no se trata de un cambio radical.
Además, como ya hemos comentado anteriormente, la contabilidad de las empresas es mucho más estricta y, por ende, más transparente. Es mucho más sencillo para una empresa enseñar su situación actual. También es más cómodo para los futuros socios ya que pueden investigar y tomar sus decisiones de manera más fundada y evitar sorpresas.
Conclusión
No es nuestro deber decir si es mejor ser autónomo o crear una empresa. Hay muchos factores externos y propios de cada actividad que son relevantes y que hay que tener en cuenta.
Sin embargo, esperamos que este artículo sirva para tener una imagen global de las dos opciones que te ayude a decantarte por la mejor opción para tu caso.